sábado, 21 de junio de 2008

FAMES CALAGURRITANA


Exo Boulimón! Eso de plouton kai hugíeian!
rito sagrado en las Fiestas Boulimias:
Afuera Hambre! Entren en la ciudad el
bienestar y la Salud.
Plutarch, Sympos. Probl. H’.

Apiarius sostiene que el hambre es el enemigo más acérrimo de la paz y de la vida. Dice que por su causa comienzan las guerras y es él el que aparece después de las batallas.

Tyrreno por causa del hambre pobló con sus etruscos Italia, y quedó por la misma razón casi despoblada Lidia. El hambre perturba la paz y al amor transforma en odio. Ignora la piedad, y degrada a la Humanidad; por su causa el hombre devora a sus prójimos, y a veces lo hace por ignorancia y maldad.

Desconocemos cómo era el consejo de Harpagos, pero sabemos que su señor, todopoderoso rey de los persas, quedó muy ofendido. Disimuló sin embargo su disgusto e invitó al consejero, a la mesa en la que hizo servir variados manjares y un asado muy especial. Harpagos, el consejero comió mucho y bien, preguntándole el rey más de una vez, si le agradaba la comida y el condimento era a su gusto.

Al terminar el almuerzo, Harpagos quiso saber qué clase de venado era el que acababa de comer y el rey, para satisfacer la curiosidad de su invitado mandó traer los restos que quedaron del asado. Los sirvientes de la mesa presentaron entonces, una cabeza que Harpagos reconoció enseguida como la de su propio hijo.

El monarca, gozando con la desgracia de su consejero real, todavía le preguntó si estaba contento por el agasajo, y el desdichado, más muerto que vivo, le contestó con temblor en su voz:

—¡Señor! ¡En la mesa de un rey, toda comida es manjar!

*

En el año 72, antes del nacimiento de Cristo, Pompeyo el Grande, durante su campaña contra Sertorio, llegó en tierra de los vascos hasta los muros de la ciudad de Calagurris Nasica. Ciudad con soberbios muros, que no mostraba ni el menor interés por entregarse .

Le puso entonces sitio, cortando al mismo tiempo sus vías de abastecimiento, pese a lo cual, los vascos calagurritanos resistieron durante mucho tiempo. El plan de Pompeyo empero, quedó por un prolongado lapso sin resultados, porque aquellos fueron muy ingeniosos y a falta de otros víveres, se alimentaron con la carne que encontraban en su misma ciudad: la fresca carne de sus mujeres e hijos sacrificados diariamente, según riguroso sorteo.

Cambises, el rey de los persas, decidió ocupar Etiopía, y mandó sus legados a fin de comunicar su decisión. Sin embargo, los negros «macrobios» llamados así por su extraordinaria longevidad, rechazaron sus condiciones, prefiriendo la libertad, cosa que Cambises, consideró como una insolencia para con su divina persona.

Declaró la guerra entonces contra ellos e hizo marchar a su ejército, pero lo hizo con tanta prisa, que olvidó completamente hacer sus planes, y organizar la parte logística.

Luchaba de esa manera contra un inmenso desierto, sin caminos, sin agua, y sin siquiera un solo hombre de Etiopía.

Muy pronto se presentó su verdadero enemigo; difícil, muy difícil de vencer; el general llamado ¡Hambre! Las tropas de Cambíses lo combatieron primeramente, con las hojas tiernas de los árboles, luego comieron sus caballos y a falta de éstos, alimentáronse con el cuero de sus monturas, y cuando ya no había nada más, entonces comezaron a diezmarse y se alimentaron con el cuerpo de los compañeros, más bien, con «hambreados» sorteados. Dice Séneca, que mientras los soldados exhaustos se echaban entre sí la suerte para saber quién debía morir al día siguiente para alimentar a los demás, Cambises, el rey , avanzaba con la sombra de su ejército, hasta que advirtió que se acercaba el momento en que él mismo podría ser sorteado por sus soldados. En su furor ciego contra los etíopes, se serenó un momento, que lo hizo razonar acerca del peligro que pendía ya sobre su coronada cabeza.

Polibio nos refiere, que cuando «decidió Aníbal pasar de España a Italia con su ejército, comenzó a tener dificultades, que pronto parecían invencibles. ¡Los víveres! En tan largo camino, hostigado por toda clase de bárbaros, no había dónde encontrar los víveres.

Entonces se presentó ante el general un tal Monomachos, quien le recomendó a Aníbal recurrir a la única solución; alimentar las tropas de carne humana. Entendía el consejero que la ejecución del plan indudablemente resolvería el grave problema, pero ni Aníbal, ni sus oficiales se atrevieron a ensayar tan macabro plan.

En la guerra de los aliados de Cartago, Mathos y Spendio, sitiados por Amílcar, ante la carencia de víveres, comenzaron a carnear a los prisioneros y luego consumieron sus propios esclavos, no tanto para salvarse del sitio, sino para poder sobrevivir.

El hambre es todopoderosa y muy difícil de vencer. Drusus, según el relato de Tácito, la soportaba involuntariamente durante nueve días y al fin ya se comía hasta la lana del propio lecho en que dormía, en la cárcel del afamado Tullia.

El león respeta la vida de sus congéneres, los osos se arreglan entre sí, pero el hombre inmola cruelmente a sus propios hermanos, tomando como alimento corazón, cabeza y brazos de sus víctimas.

Desgarrante es el relato de Juvenal acerca de la enemistad de los pueblos vecinos Ombos y Tentira, donde cada uno consideraba que los dioses del vecino son repudiables. La riña comenzó con una fiesta religiosa, pero culminó en una sangrienta batalla, donde el primer prisionero fue descuartizado y devorado crudo y medio vivo aún.

»No intentes preguntarte», dice Juvenal, «cuándo sucedió este crimen inaudito, pero lo cierto es que el primero que comió encontró deleite, y que cuando se presentó el último, al ver que se habían devorado todo el cuerpo, pasó sus dedos por el suelo para saborear al menos, algo de la sangre».

El hambre es hijo de la Miseria y hermano de la Muerte.

Plutarchos refiere que en la más antigua Grecia había una fiesta religiosa llamada bulimia, que culminaba con la simbólica expulsión del bulimo o pulimum, es decir del hambre de la ciudad. Los participantes de la fiesta, la finalizaban con el grito sagrado «Exo Boulimón, exo de ploutón kay hugíeian!». «¡Afuera Hambre, y que entren en la ciudad el bienestar y la Salud!». Fiesta antiquísima, que merecería ser introducida en la religión de los pueblos de hoy.

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