sábado, 21 de junio de 2008

CATÓN, EL GENERAL

Chabría: «Tendrá más éxito una tropa de ciervos,
guiada por un solo león, que una tropa de leones
conducida por un cobarde ciervo.
Plutarco, Apotheg. Chabriae III.

Una de las principales causas de la grandeza romana, era el prodigioso acierto que demostraron en la selección de sus polivalentes magistrados, pues, más de una vez ocurrió que el cónsul electo que era pontífice, en adelante tenía que ser también hábil político, y al par ingenioso jefe del ejército.

Entre los tantos políticos-generales, uno de los más característicos era Marco Porcio Catón, el indiscutido autor de la victoria en la lucha secular por el definitivo dominio del Mediterráneo.

Era él acérrimo enemigo de Cartago, y no se cansaba de hablar en el Senado, recordando a los padres a cada momento, que Roma tenía que acabar con esa ciudad.

Plutarco nos refiere que en una oportunidad, al terminar una arenga, desplegando su amplia toga, arrojó a los pies de los Senadores una cantidad de higos. Los consejeros de pueblo romano quedaron maravillados por su tamaño y exquisito sabor. Catón, al ser interrogado acerca del origen de esta excepcionalmente rica fruta, les contestó que la fecunda tierra que la producía no distaba más de Roma que sólo tres días de navegación, pues viene de Kernath Hoddisath, es decir de Karthago.

De esta manera la suerte y el futuro de los cartagineses quedaron sellados, porque las arengas que no podían persuadir los oídos, fueron hábilmente reemplazadas por los higos, que pudieron sí convencer la vista, pues ahí tienen su sede la avidez y la codicia .

En su condición de jefe militar quería en su ejército solamente jóvenes, que se ponen colorados, pero jamás pálidos y detestaba a los soldados que en la marcha, movían las manos, y en la batalla solamente los pies.

La imagen del perfecto soldado la encontraba en la conducta de su propio hijo. A éste, en una oportunidad al pegarle fuerte de su mano sudorosa se le escapó la espada. El joven no volvió a las filas del ejército hasta que no pudo recobrar su arma, sin la cual —según la opinión de los antiguos— el militar no merece ni el nombre de soldado.

En la alianza buscaba la ayuda del amigo leal, y repudiaba el socorro que tenía precio por el auxilio. A los Celtíberos, que pidieron doscientos talentos (dos millones de Sestercios, para ayudarle en su guerra en España Citerior, les contestó con agria ironía y desprecio: «¡Celtíbero! ¡Si vencemos lo que pides te lo pagará el enemigo! Y si perdemos, no existirán, ni el que debe pagar, ni tampoco los que querrían cobrar».

Catón opinaba que una mente sana no podría tener otra sede que un cuerpo sano. Por ello, según él, el hombre perfecto nunca debe ser como la delegación romana en Bythinia.

Enviaron los romanos allí a tres embajadores, delegación, que según Catón, carecía de cabeza, pies y hasta de corazón, pues a uno,poco antes le hicieron en Roma la trepanación. El segundo sufría de gota, y el tercero, que era un hombre cruel, indudablemente no tenía en su pecho el pedazo de carne, que la gente comúnmente llama, corazón.

Acerca de Marco Porcio Catón mucho se puede contar: lo lamentable es que son muy pocos los que lo pueden imitar.

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